“La gratitud da sentido a nuestro pasado, trae paz al presente y crea una visión para el mañana” Anónimo
Al hablar de Mindfulness solemos referirnos a cultivar la atención plena. Se trata aquí del cultivo de nuestra consciencia, de nuestro jardín interior, en el que vamos plantando semillas. Semillas que tengan alma y significado, que iremos cuidando y mimando, para que poco a poco vayan arraigándose, creciendo, floreciendo y ofrecernos sus frutos con todo su esplendor.
Una de estas semillas es la gratitud. La práctica del agradecimiento ha sido siempre enormemente valorada en todas las tradiciones religiosas y filosóficas a través de todos los tiempos. Podríamos afirmar que agradecer es un acto de amor y sabiduría, en el que expresamos nuestra gratitud a la vida o a los demás.
En muchas ocasiones vamos simplemente “pasando por la vida”, sin detenernos a observar todo lo que ésta nos ofrece. Sentir agradecimiento es como despertar del letargo de la rutina diaria para volver a sentir asombro y sorpresa, como si de un niño se tratara. Para empezar podemos sentir gratitud por este momento. Por lo que ahora mismo está sucediendo y lo que ello representa, veamos: estás leyendo estas líneas, estás sopesando estas palabras. Seguramente estarás cómodamente sentado, quizás con una humeante taza de té a tu lado. Además, ahora mismo y sin que te des cuenta, tus órganos están llevando a cabo su cometido, tu corazón está latiendo, estás respirando. Es decir, ¡estás vivo! ¿No es una maravilla? ¿No es acaso sorprendente? La sorpresa es la semilla de la gratitud. Permanezcamos atentos a las sorpresas que la vida nos va ofreciendo a cada instante.
Párate por un momento y date cuenta de que todo ello no es tan obvio como a primera vista pudiera parecer. Sin embargo, a menudo damos por sentado todas las cosas buenas que tenemos y tenemos la tendencia de centrarnos más en todo aquello que creemos necesitar. Para poder apreciar todas esas pequeñas cosas buenas, primero tenemos que prestar atención a lo que está ocurriendo. Debemos estar en el momento presente.
Hay muchas formas de cultivar la gratitud, una de ellas es a través de la práctica del mindfulness. Su práctica nos ofrece multitud de recursos para vivir nuestra vida desde una perspectiva mucho más rica y profunda. Así podemos ser conscientes de que este momento es lo más valioso que nos puede ser dado, este momento con todo el potencial que contiene. Cada momento es en verdad un nuevo regalo, una nueva oportunidad que se nos ofrece con cada respiración, una vez, y otra y otra. Cada momento es precioso, único e irrepetible. Date cuenta de que el presente es un regalo.
Cierto es que en algunas ocasiones sentir gratitud puede resultar una tarea un tanto difícil. Tanto a nivel personal, como si observamos a nuestro alrededor, podremos percibir infinidad de situaciones dolorosas o terriblemente difíciles, como puede ser la pérdida de un ser querido, o la situación en la que nos encontramos actualmente. Pero, incluso en estos momentos, una actitud de agradecimiento puede brindarnos otra perspectiva y ayudarnos a sobrellevar nuestro dolor y nuestra incertidumbre. En la mayoría de los casos, las dificultades contienen en si una oportunidad para buscar soluciones, para crecer y aprender de ellas. También para aprender a sufrir, y a mantenernos firmes y en calma en medio de la tormenta. Surfear las olas, capear el temporal y llegar a puerto seguro. Ser capaces de apreciar la sonrisa de un niño, una mano amiga, o la hermosura de una flor, puede marcar la diferencia entre la desesperación y la esperanza. Aunque a veces cueste de creer, cada obstáculo representa una ocasión para sanar y seguir adelante.
Para agradecer cada brisa de aire, cada gota de agua, cada canto de pájaro, cada rayo de sol, cada estrella en el cielo, o cada minuto de nuestra vida deberemos de abrirnos y usar todos nuestros cinco sentidos. Y así poder percibir y disfrutar todos los milagros que se despliegan de momento a momento en nuestro propio mundo y en el mundo maravilloso que nos rodea. Al fin y al cabo, todos nos encontramos íntimamente conectados y formamos parte de un todo.
El simple acto de dar las gracias con sinceridad, provoca la liberación de neurotransmisores en nuestro cerebro, como la serotonina y la dopamina, conocidos también como los “mensajeros alegres” dado que se relacionan con sentimientos de felicidad y serenidad. Por otro lado, liberamos también oxitocina, hormona relacionada con la sexualidad, el amor, los instintos maternales y la vinculación social. Los efectos de la gratitud pueden apreciarse asimismo en el sistema inmunológico, el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y el azúcar en la sangre.
Es curioso señalar que para que estos beneficios realmente ocurran, la gratitud debe de ser sentida, verdadera. La llave es la gratitud genuina, el cuerpo tiene que ‘saber’ que ha ocurrido algo positivo, sólo entonces se genera la respuesta.
Según el monje benedictino David Steindl-Rast, si queremos ser felices deberemos de ser agradecidos. No es la felicidad la que nos hace agradecidos, dice, es el agradecimiento el que nos hace felices. Es por ello, que nos recomienda el cultivo de la gratitud.
Párate y observa. Respira profundamente y fluye. Ahora y aquí. En este momento.
M. Teresa Palomas